LA PUERTA MISTERIOSA
-
Abuelo, abuelo. Cuéntanos una de tus historias-
decía mi nieto.
-
Sí, Nacho, cuéntanos una emocionante historia-
dijo mi hijo mayor.
-
Bueno, venga, la cuento. Sólo porque me lo pedís
vosotros- dije al final cediendo.
-
¡Sííííí!-dijeron mis nietos.
Al parecer, a
mis nietos e hijos les gustaban las historias que contaba por la imaginación
que tenía. Así pues empecé:
“Era por la
tarde, un día de sol que se estaba escondiendo entre las montañas para dejar
paso a la noche. Estaba en la plaza del pueblo jugando con mis amigos,
aprovechando las pocas horas de luz que quedaban.
-
¿Por qué no jugamos a investigadores?- dijo uno
de mis amigos llamado Pedro.
-
Vale, estará divertido- contesté por mi parte.
Dicho eso, nos
dividimos en dos grupos de tres y cada grupo cogió un “Walkie-talkie” que
teníamos para comunicarnos si encontrábamos algo interesante. En mi grupo
estábamos: Pedro, Juan y yo, en cuanto dimos las normas del juego cada grupo se
fue por un lado. Estábamos muy emocionados, pero pasaba el rato y no
encontrábamos nada, hasta que, fuimos a la iglesia. Se acababa de meter el sol
y la oscuridad daba un poco de miedo, pero seguimos sin afectarnos mucho.
Rodeamos la iglesia entera hasta la parte trasera, dónde nos encontramos una
puerta roja de madera, muy gastada y vieja, que tenía un aire misterioso.
-
Vamos a abrirla- dijo Juan, que era muy
atrevido.
-
Sí, podría ser interesante, ¿tú qué piensas?
¿eh, Nacho?- dijo Pedro.
-
Vale, vamos a investigar- respondí.
Con un poco de miedo, nos
atrevimos a coger el pomo y tirar de él. Cuando tiramos y la puerta se abrió,
nos quedamos boquiabiertos, ¡había un ataúd! Del respingo nos echamos los tres
para atrás y el ataúd empezó a abrirse solo. Avisamos por el “Walkie-talkie”
pero nadie contestó, ya se habían ido todos porque no encontraron nada.
Agobiados, el ataúd terminó de abrirse y dentro había…”
-
El qué abuelo, ¡dilo yaaa!- gritó mi nieto por
el suspense.
-
Ahora lo digo déjame acabar- respondí.
“¡Una cría de
lobo! Se notaba que estaba débil por no comer, ni beber durante varios días.
Era blanco, de ojos azules y orejas terminadas en punta. Nos dio pena dejarle
sólo y al final lo acogí yo. Con el tiempo fue creciendo y haciéndose mayor con
los cuidados que le daba. Hasta que un día pasó algo asombroso. Estaba en el
campo jugando con el lobo blanco, cuando de repente apareció un ladrón con
armas de fuego; asustado me tropecé al echarme hacia atrás y el ladrón se iba
acercando. Por sorpresa, el lobo salió a defenderme e, impresionado, vi como de
sus patas empezó a salir un polvillo de hielo y del lomo le salieron unas alas
y atacó al ladrón con un soplido gélido dejándolo de hielo y con sus garras le
arañó hasta que se fue corriendo. Cuando pasó todo el lobo me acarició con su
cabeza y me ayudó a levantarme. Afortunadamente volvió a su forma original y
nos fuimos a casa.”
-
Hala, abuelo, qué historia tan chula- dijo mi
nieta.
-
Pero, abuelo ¿qué pasó con el lobo?- preguntó mi
nieto.
-
Eso lo diré pronto, en mi próxima historia-
respondí, mientras sonreía a una habitación, con la puerta entreabierta, que
estaba a oscuras y de ella salían unos penetrantes ojos azules que me miraban
fijamente con ternura.