“Algunos
sueños se hacen realidad, otros no, pero sigue soñando– esto es Hollywood”.
Esta frase marcó mi carrera escénica en el mundillo de los grandes actores de
las colinas de Los Ángeles.
Yo,
antes de que me la dijeran, era uno de esos miles de actores que actuaba en
películas con poco presupuesto con un papel secundario, de esos que cuando
tenía un papel montaba una gran fiesta pidiéndole dinero al banco ya que, el
dinero que conseguía, lo gastaba en alcohol y más fiestas. En conclusión, era
un gran desastre que solo servía para gastar dinero.
Recuerdo
una de mis primeras películas, se llamaba “Los bares, bonitos lugares”. Yo
hacia el papel de segundo camarero y nos encontrábamos en un barucho de los
barrios bajos de Los Ángeles. Aunque siempre pensé que fue una buena
experiencia, ahora, sé que me hizo ir por el mal camino al principio de mi
carrera, ya que hice amistades con personas que me metieron en el alcohol y las
drogas.
De
otra película que todavía me acuerdo, hice un papel del hermano de la víctima
que después moría. Fue un buen papel ya que, al verme muerto, muchos
productores se fijaron en mí para sus películas. Yo, todavía, no sabía que esos
productores me harían tener una mala reputación en Hollywood, por los papeles
que tenía que realizar. En esta época de mi vida empezó, ya, a escasear el
dinero de mis bolsillos y a empezar a pedir préstamos al banco.
Cuando
ya parecía que mi carrera se iba al garete, el productor de mi primera película
me ofreció el papel protagonista de su nueva película. Ese papel fue muy malo
pero hizo que volviera a tener una buena reputación, aunque, a escondidas,
seguía bebiendo alcohol y montando fiestas.
Hubo
un tiempo en el que no conseguí ningún papel, pero no paso nada, ya que ese
papel me hizo relanzar mi carrera.
Mi
siguiente papel fue ser uno de los protagonistas de una serie que estuvo en
antena durante unos cinco años, aunque creáis que esto fue muy bueno, en la
segunda temporada me echaron y ese productor me dijo la frase del principio de
la historia. Al oírla, estuve un tiempo pensándola y me di cuenta que si quería
tener una casa en las colinas de Hollywood tenía que tomar otro camino.
Empecé
a conseguir buenos papeles, no gastaba todo mi dinero, me compré ropa nueva y,
por último, comencé a tomar a los productores como humanos, no como si fuesen
monstruos de diez cabezas. Además, me busqué un buen agente que me aconsejó
sobre cómo triunfar en Hollywood.
Una
serie en la que estuve durante diez años me mandó al estrellato, se llamaba
“American Man” y yo era ese hombre, el protagonista. No podéis imaginar lo
eufórico que estaba cuando me lo contó mi agente, que más tarde se convirtió en
mi mejor amigo. Gané una millonada de
dólares, me compré una casa, un montón de cochazos, ropa nueva…
Solo
me faltaba una cosa, una mujer a la que quisiera y me concediera descendencia.
La conocí en un pub al que solía ir cuando me compré la casa. Ella se llamaba
Emily y comencé a salir con ella. Era de mi edad y, después, la pedí
matrimonio. Nos casamos y tuvimos dos hijos llamados Paul y Nichole.
Esta
es mi historia, y la he querido escribir para que los actores de poca monta
sepan que se puede triunfar desde lo más
bajo.
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