Querida Mary:
El
otro día estuve pensando en ti, bueno, más bien en nosotros. Desde el día que
te conocí mi vida tomó un giro inesperado, me convertí en un hombre enamorado.
Volviste mi aburrida vida de dentista en una maravillosa aventura. Todos los
días esperaba impaciente que llegara la tarde, para poder librarme de la
aplastante rutina y reunirme contigo. Eras lo único que me importaba, eras mi
vida, eras mi salida del aburrido mundo cotidiano. Me gustaba encontrarme
contigo, ver tu coqueta figura entre la niebla de Londres, bajo la farola en la
que siempre te pones, esperándome. Allí, bajo esa misteriosa luz, parecías
alguna diosa pagana de los antiguos días. Era entonces cuando me sentía
importante, cuando me sentía querido, ese instante en el que te girabas y
exclamabas con emoción mi nombre. Esas tardes en tu casa son recuerdos hermosos
que forjamos entre los dos, recuerdos que me acompañarán hasta la muerte. Es
por esos recuerdos por lo que no me importaba mentirle a mi mujer al llegar a
casa, decirle que el perfume era mío, que los besos eran moratones. Por ti mi
amor, he mentido, por ti he hecho daño, y a cambio solo he recibido mentiras
Mentías
cada vez que me veías, cada vez que me sonreías, cada vez que me besabas, cada
vez que satisfacías mis fantasías más salvajes, y yo inocente te creía. Yo
vivía enamorado, y tú también pero no de mí, sino de mi dinero. He visto lo que
haces, te he vigilado, te he estado observando, vi lo que le hacías a ese
marinero rudo y a ese juez borracho. Te he visto llamarles con los mismos nombres
cariñosos que a mí. Has pecado Mary Jane, has causado dolor, eres un ser sin
corazón, pero en realidad sigo enamorado de ti, por eso he ideado un método
para redimirte de tus pecados.
Esta
noche iré a el sitio donde te reunías conmigo, no ese cuchitril donde ejerces
tu indigno oficio, sino en tu farola, donde brillas con mayor esplendor. Iré
allí y me encontraré contigo. Al principio te alegrarás de verme y me cogerás
del brazo como sueles hacerlo. Intentarás entonces hablarme, con esa tonta
conversación que mantienen a veces los enamorados, pero yo me abstendré, no
volveré a caer en tus garras, no me volverás a hacer daño.
Lentamente
te conduciré paseando hasta un callejón, un callejón oscuro como tu corazón, y
allí sacaré mi cuchillo. No lo entenderás al principio, pensarás que es algún
tipo de juego, de fantasía sexual, pero no te preocupes, cuando el cuchillo
penetre en tu carne empezarás a comprenderlo. Puede que lo comprendas antes y
supliques como la puta que de verdad eres, pero no me pararás, te amo demasiado
para eso. No tengas miedo, yo te conduciré por el camino correcto, estoy aquí
para ayudarte.
Te
clavaré el cuchillo, y gritarás mi nombre, yo te susurrare el tuyo al oído. En
ese acto de amor se mezclará la dulce sinfonía de la carne cortándose y de los
tendones partiéndose, formando himnos a una deidad ya olvidada. Ebrio del olor
de tu sangre te bañare en ella para que te limpies de tus pecados, para que
seas libre, para que vuelvas a ser pura, para que vuelvas a ser mía, mi Mary
Jane. No te preocupes, esto ya lo he hecho antes, ya he liberado almas
pecadoras, ya tengo experiencia, pero contigo será diferente, porque tú eres
mía, eres mi corazón.
Lo
siento Mary, pero es la única manera de que vuelvas a ser mía, de que seas la
de antes. De esta manera quedaremos los dos libres, tú de este mundo y yo de
ti. Podré volver a mi aburrida, pero segura vida de dentista. Esconderé tu
cadáver en tu piso, el que una vez fue el santuario de nuestro amor ahora será
el templo de tu redención. Luego volveré a ser el dentista que vuelve a su casa
tarde, por una última vez. Abriré la puerta besaré a mi mujer, cenaré, le daré
un beso de buenas noches a mi hijo y me acostaré, esperando reunirme contigo en
el infierno. Mañana será otro día, pero hoy, solo para ti, soy Jack.
Jack
el destripador
No hay comentarios:
Publicar un comentario