Me disponía a girar el pomo de la puerta para
reunirme con mis seres queridos cuando empecé a recordar todas aquellas cosas
que viví con ellos.
Pero no son grandes historias, no, sino pequeñas
frases que te marcan el día. Por ejemplo, mi madre no daba órdenes arquetípicas
como: “Pon la mesa”, “ordena tu cuarto”, “¿qué haces que no estudias?”… sino
que utilizaba expresiones más complejas, como: “parece que tienes el síndrome
de Diógenes”, “no creo que los platos se pongan solos”, “¡Qué pena me da que
hayas dejado abandonado al libro de lengua!”… Pero claro, como era pequeño no
lo entendía, ya fuese por un vocabulario complejo o por el sarcasmo.
Mi padre solía intentar ayudarme. Por ejemplo,
cuando me despertaba un lunes enfadado con el mudo, él me decía: “Tranquilo,
que en cuatro días ya llega el viernes por la tarde”. Unas veces servía de
consuelo, otras me hundía del todo.
Cómo olvidarme de mi tío, al que hace tiempo que no
veo. Una vez me dijo: “Si alguien no es majo, lo rajas de arriba abajo”. Quizá
sea por eso por lo que no me junté con él, pero tranquilos, no le suelo hacer
caso.
Mi hermano a veces es un filósofo, como en aquella
ocasión en que me preguntó: “¿Por qué apoyas al Madrid? ¿Alguna vez ha hecho
algo por ti? Es más, ¿Algún equipo te ha hecho alguna vez algo malo?”. Me
pareció una tontería, pero, si lo pienso bien, no puedo contestar a esa
pregunta. Pero no pienses que es un
genio, una mañana gritó todo preocupado: “¿Dónde narices habéis dejado
mis gafas?”. Me carcajeé en su cara. En su cara con sus gafas puestas, claro.
Eso sí, por culpa suya me desperté a las siete de la mañana. Una de cal y otra
de arena.
Mi primo mayor, que es algo fardón, se pidió una
ensalada en un restaurante de comida rápida (el primero en la historia que lo
hizo). Al reírnos de él nos preguntó:” ¿Qué pasa? ¿Creéis que este cuerpo
latino se mantiene solo?”. Cómo no, las risas fueron a más.
Pero no todos los de mi familia dicen locuras. Mi
abuela y mi tía son de dichos clásicos como “no dejes para mañana lo que puedes
hacer hoy”, “al César lo que es del César”, “perro ladrador, poco mordedor”…
Todo eso pude recordar en el momento de girar el
pomo para ver a una familia que, con sus pros y contras, no cambiaría por nada.
Qué ganas de ver a todos, qué ganas de pasar una
buena noche, qué ganas de reír más y más y qué ganas de escuchar más y más
frases para poder escribir más historias sobre este grupo de personas tan
magníficas.
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