LA VERDAD
Querida Ana:
Sé que en el siglo XXI no esperas recibir una carta
de un amigo, pero creo que es lo mejor para contarte una aventura: me levanté
un lunes por la mañana, como todos los días, para ir a trabajar; desayuné y
cogí el coche para ir a mi trabajo. Todo parecía normal, hasta que llegué.
Nadie me conocía, pero yo recordaba cada detalle de sus vidas, sus fracasos y
sus ilusiones. Al principio pensaba que era una broma, pero cuando me echaron
de allí, supe que pasaba algo. Tras esto, fui a ver mis padres, y ellos sí me
conocieron. Después me pasé todo el día visitando a mis amigos; aquellos con
los que tenía relación desde hace mucho tiempo, como tú, me reconocían, pero
con los que llevaba relativamente poco, no lo hacían. Cuando llegué a casa,
intenté recordar lo que hacía antes de despertarme esa mañana, pero solo veía
mi simple y aburrida rutina. Fue entonces cuando decidí buscar a más gente a la
que le hubiera ocurrido lo mismo, y solo encontré a una persona, un anciano al que
tomaron por loco, que vivía aquí, en Madrid. Busqué su dirección y, sin darme
cuenta, estaba ante una impresionante puerta de madera rojiza dentro de un arco
de piedra; llamé y me abrió la persona que yo más deseaba ver en este mundo, el
anciano. Entré en su casa y le conté lo que me había ocurrido; entonces, se
puso muy contento y se fue corriendo a por algo, que resultó ser un mapa, pero
no uno cualquiera, según me dijo el anciano, sino un mapa que servía para
encontrar la verdad sobre lo que me ocurrió
y lo que le ocurrió a él. Le pregunté el por qué de tenerlo guardado en vez de
buscar esa verdad, y me dijo que la buscó con todo su empeño, pero no consiguió
resolver todas las pistas. Así pues, hice un trato con él: me dejaba el mapa, y,
si llegaba hasta el final, él también podría ver la verdad.
Salí de la casa y fui al primer punto del mapa, pero
indicaba lo alto de un edificio. Subí a la azotea y leí en el suelo: 1ª prueba,
confianza. No sabía que ocurría, pero quería llegar hasta el final, estaba pensando
en lo que tendría que hacer cuando la puerta que daba a las escaleras se cerró;
estaba atrapado. Miré hacia abajo, hacia la calle, sin acordarme de mi miedo a
las alturas y comprendí lo que tenía que hacer. Debía superar ese miedo
saltando al vacío, y así lo hice, salté y para mi sorpresa estaba en la calle
de pie, justo donde tenía que haber caído, con el mapa en la mano. Fui
siguiendo el mapa y realizando todas las pruebas, hasta que llegué a la última,
donde estaba la verdad, pero no tenía sentido. Estaba en una habitación
minúscula, sin más luz que la que salía
de la cerradura de una puerta vieja de madera.
Miré a través de la cerradura, pero la luz me
cegaba, por lo que decidí abrirla cuidadosamente. Cuando entré, lo vi, vi la
verdad, pero no solo la explicación de mi problema, la explicación de todas las
preguntas que se ha hecho la humanidad a lo largo de la historia.
Cuando salí de ahí, fui a ver al anciano, pero no
estaba; solo estaba la puerta rojiza, en la que había un papel que rezaba: bien
hecho. Al ver esto, me di cuenta que desde el principio, todo era una prueba,
para demostrarme a mí mismo de lo que soy capaz.
Si quieres que te cuente lo que vi, la verdad, ven
el día 23 de abril a la Plaza Mayor a las 7 de la tarde.
Besos
Jesús
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