martes, 2 de junio de 2015

Jesús Rosales Magallanes 3º ESO C


LA  VERDAD
Querida Ana:
Sé que en el siglo XXI no esperas recibir una carta de un amigo, pero creo que es lo mejor para contarte una aventura: me levanté un lunes por la mañana, como todos los días, para ir a trabajar; desayuné y cogí el coche para ir a mi trabajo. Todo parecía normal, hasta que llegué. Nadie me conocía, pero yo recordaba cada detalle de sus vidas, sus fracasos y sus ilusiones. Al principio pensaba que era una broma, pero cuando me echaron de allí, supe que pasaba algo. Tras esto, fui a ver mis padres, y ellos sí me conocieron. Después me pasé todo el día visitando a mis amigos; aquellos con los que tenía relación desde hace mucho tiempo, como tú, me reconocían, pero con los que llevaba relativamente poco, no lo hacían. Cuando llegué a casa, intenté recordar lo que hacía antes de despertarme esa mañana, pero solo veía mi simple y aburrida rutina. Fue entonces cuando decidí buscar a más gente a la que le hubiera ocurrido lo mismo, y solo encontré a una persona, un anciano al que tomaron por loco, que vivía aquí, en Madrid. Busqué su dirección y, sin darme cuenta, estaba ante una impresionante puerta de madera rojiza dentro de un arco de piedra; llamé y me abrió la persona que yo más deseaba ver en este mundo, el anciano. Entré en su casa y le conté lo que me había ocurrido; entonces, se puso muy contento y se fue corriendo a por algo, que resultó ser un mapa, pero no uno cualquiera, según me dijo el anciano, sino un mapa que servía para encontrar  la verdad sobre lo que me ocurrió y lo que le ocurrió a él. Le pregunté el por qué de tenerlo guardado en vez de buscar esa verdad, y me dijo que la buscó con todo su empeño, pero no consiguió resolver todas las pistas. Así pues, hice un trato con él: me dejaba el mapa, y, si llegaba hasta el final, él también podría ver la verdad.
Salí de la casa y fui al primer punto del mapa, pero indicaba lo alto de un edificio. Subí a la azotea y leí en el suelo: 1ª prueba, confianza. No sabía que ocurría, pero quería llegar hasta el final, estaba pensando en lo que tendría que hacer cuando la puerta que daba a las escaleras se cerró; estaba atrapado. Miré hacia abajo, hacia la calle, sin acordarme de mi miedo a las alturas y comprendí lo que tenía que hacer. Debía superar ese miedo saltando al vacío, y así lo hice, salté y para mi sorpresa estaba en la calle de pie, justo donde tenía que haber caído, con el mapa en la mano. Fui siguiendo el mapa y realizando todas las pruebas, hasta que llegué a la última, donde estaba la verdad, pero no tenía sentido. Estaba en una habitación minúscula, sin más luz  que la que salía de la cerradura de una puerta vieja de madera.
Miré a través de la cerradura, pero la luz me cegaba, por lo que decidí abrirla cuidadosamente. Cuando entré, lo vi, vi la verdad, pero no solo la explicación de mi problema, la explicación de todas las preguntas que se ha hecho la humanidad a lo largo de la historia.
Cuando salí de ahí, fui a ver al anciano, pero no estaba; solo estaba la puerta rojiza, en la que había un papel que rezaba: bien hecho. Al ver esto, me di cuenta que desde el principio, todo era una prueba, para demostrarme a mí mismo de lo que soy capaz.
Si quieres que te cuente lo que vi, la verdad, ven el día 23 de abril a la Plaza Mayor a las 7 de la tarde.
Besos

Jesús

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