Reflejo
Las personas
creen que mi mundo es un vulgar reflejo del suyo. Creen que los habitantes del
otro lado del espejo son tan solo sombras de los que son los auténticos
humanos. Muchas veces, incluso los habitantes del reflejo lo piensan. Parece
que solo yo sé la verdad. Supongo que todo es fruto de las infinitas tardes que
pasé contemplando la cristalina superficie.
Todos los que me conocen piensan que estoy loco; que
creer que tenemos mentes propias que podamos controlar es una preciosa utopía,
y que tengo que despertar. “Somos esclavos de las expresiones de los hombres.
Tenemos que hacer cada numerito suyo. Tenemos que llorar cada lágrima suya y reír
siguiendo su ritmo.” Todos los días me repetían lo mismo. “Ellos saben que
nosotros no somos nada. Nacemos para complacerles”. Cada vez que oía esta
frase, me reía por dentro y pensaba en Narciso. Se enamoró de su reflejo, nunca
lo consideró algo inferior. Para él era un igual...y, vuelvo a repetir, parece
que sólo yo sé la verdad. He visto a los humanos, he atravesado la puerta del
espejo y he vivido entre ellos. Los humanos no nos desprecian, ni creen que
existimos tan solo complacerles. Simplemente no saben que existimos. Realmente
creen que ellos son los únicos, y piensan que los espejos son materiales que
reflejan su humanidad. Nunca sospecharían que los espejos son las puertas al
Reflejo. Mi hogar, mi mundo. El lugar a donde pertenezco y al que le debo
lealtad.
Yo he visto a mi humano. Sé que todos los días, nada
más llegar del colegio, abre la puertecita roja de su habitación. Es un
armario. Y al fondo, no hay nada más y nada menos que un espejo. Él también se
pasa las tardes mirándome a través del espejo. Le quiero tanto...a él también lo
acusan de loco.
Hoy, estoy de camino a un sitio que llaman vulgarmente
“loquero”. Creo que tienen retenido aquí a mi humano, porque hace días que no
lo veo asomarse a la puertecita de su armario. Estoy muy preocupado. En el
lugar donde lo retienen no hay espejos, así que no puedo hablar con él. Nada
más entrar a edificio, lo primero que oigo es la voz de mi humano.
-¡Dejadme en
paz! ¡Tengo que ir a rescatar del espejo a mi gemelo! -me desgarro al oírle
así. Tan desesperado. Con tanto miedo. Con tanta humanidad.
Entonces lo veo. Cuatro personas intentan atarle
para que no salga corriendo. Lágrimas, de lo que supongo es furia, discurren
por su rostro enrojecido. No quiero verle así. Parece que esos cuatro humanos
no tienen esa “humanidad” de la que tanto presumen. Tengo que rescatar a mi
humano; tengo que rescatar a mi hermano.
Salgo corriendo al lugar donde forcejean los cuatro
hombres con el niño. Rápidamente, mi humano me ve y se pone a saltar de
alegría. Las cuatro personas también me ven y se quedan pálidas. Tomo la mano
de mi humano y, aprovechando la confusión, corremos. Y es en esa carrera cuando
nos empezamos a fundir. Primero las manos que tenemos juntas. Luego los brazos
y parte de las piernas. Por último, con una mirada de complicidad, nos fundimos
en uno solo.
20 años después
Tengo 27 años. Tengo una esposa y dos hijos
bellísimos. Y soy dos almas en un solo cuerpo. Me llaman Lucas en el mundo
humano, y soy conocido como 2002 en el Reflejo. ¿Lo bueno? He aprendido a vivir
en los dos mundos, sabiéndome el único ser que no tiene copia en ningún lugar
del universo.
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